Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académico Numerario del Ilmo. Sr. D. José Miguel Barea Navarro realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Excmos. e Ilmos. Sres. Académicos,
Queridos amigos y familiares del Profesor Barea Navarro,
Sras. y Sres.,
Las actividades de las Academias y de las Reales Academias, en general, y de la nuestra, en particular, se articulan principalmente sobre dos tipos de acciones. Por una parte, las Academias promueven, y los Académicos participan y se implican en debates públicos sobre temas de actualidad, de carácter diverso, en nuestro caso de carácter científico; de esta forma, es la sociedad la que se beneficia de la existencia en su seno de estas instituciones cuyo objetivo principal no es otro sino “cultivar, fomentar y difundir las ciencias y sus aplicaciones, en general”.
Pero hay otro tipo de acciones que son propias de las Academias, y que son de una extraordinaria trascendencia para, si me permiten decirlo así, el propio enriquecimiento de la Institución, para el aumento de su propio “patrimonio”. Porque, qué duda cabe, los actos solemnes de ingreso de un nuevo Académico, como es el acto que hoy nos ocupa, suponen la incorporación al patrimonio humano e intelectual de nuestra Academia de un nuevo valor y por tanto, nuestra Academia se enriquece.
Y digo esto, querido Profesor Barea, porque en tu discurso hay una frase sobre la que articulas tus razonamientos y una idea que repites casi sin querer, y que incluso llega a contagiar a quien luego te ha contestado en nombre de la Academia, nuestro querido compañero el Profesor Ramos Cormenzana. La frase a que me refiero hace alusión al hecho, obvio por otra parte, de que “el discurrir de nuestras vidas, está jalonado por una sucesión de hitos o avatares de diverso origen, índole y repercusión”. Pero cuando atribuyes a “golpes de fortuna” o como dices coloquialmente, a sentirte “tocado” por la diosa fortuna, que en tu opinión ha modulado los hitos que han jalonado tu propia existencia, creo que demuestras una modestia y una calidad humana que solo están a la altura de la plena realidad que es tu personalidad. El reconocimiento que nuestro nuevo académico hace como “dádivas que le ha regalado la diosa fortuna” de sus padres, su familia, sus maestros, sus compañeros, sus discípulos, sus amigos... no es sino el reflejo de unas cualidades innatas en las que se conjugan la inteligencia y la bondad natural. Como bien ha señalado el Profesor Ramos, parafraseando a Pasteur “la casualidad científica, solo se da en personas científicamente preparadas”. Y en el caso del Profesor Barea esta casualidad no se ha dado, su brillantísimo currículum no es fruto de ella sino que, como se ha puesto aquí de manifiesto, es el producto de una gran capacidad de trabajo y de dedicación a la Ciencia, buscando siempre el beneficio de la Sociedad.
Por ello, me apresuro a decirte, querido amigo y ya compañero, Profesor Barea, que tu incorporación a la nómina de Académicos de la Academia de Ciencias de Granada, en todo caso es un regalo que tu “diosa fortuna” nos ha hecho a nosotros, y que de verdad agradecemos.
Hace solo unos meses, en este mismo escenario celebrábamos la inauguración del curso 2012. En ese acto, al que muchos de ustedes asistieron, yo expresaba el deseo de que el año que entonces comenzaba estuviera más lleno de luces que de sombras, siendo las sombras (si ustedes me permiten que empiece por el final) tantos y tantos malos augurios como circulan en estos últimos tiempos y que se están propagando como si de verdades irrefutables se trataran. Pero lo cierto es que las sombras siempre desaparecen cuando se hace la luz, y la luz, en los momentos difíciles siempre aparece asociada a la inteligencia y la actividad creadora del hombre... y por supuesto, con el ingrediente añadido, siempre necesario, como acabo de mencionar, de una gran capacidad de sacrificio y de disposición por el trabajo serio y riguroso. Estas cualidades, decía yo en ese acto de comienzo de curso, son distintivo propio de todos los miembros de esta Academia de Ciencias que me honro en Presidir, y por ello manifestaba entonces mi convencimiento de que el actual curso, en el que nos encontramos, estaría lleno de iniciativas y de desarrollo de actividades que, en definitiva son las que justifican la propia existencia de esta Corporación. Este Acto que hoy celebramos es, una vez más, una buena prueba de que estaba en lo cierto. No me corresponde a mí, evidentemente, hacer una loa del nuevo Académico y de respuesta a su excelente y bien documentado discurso. Lo ha hecho en nombre de la Corporación el Excmo. Sr. D. Alberto Ramos Cormenzana, utilizando para ello su exquisito rigor analítico, como experto científico que es, y una fina sensibilidad que le ha llevado a delinear con precisión los rasgos de personalidad más característicos del nuevo Académico. Muchas gracias, Alberto, por el excelente trabajo que has realizado, en respuesta a lo que la Academia te solicitó. En todo caso, si me permiten algún comentario sobre el planteamiento del discurso del Prof. Barea, hecho naturalmente desde la perspectiva de un observador no experto en estas materias, yo destacaría la existencia de una mezcla de atrevimiento intelectual, que suele puede propio de las personas con empuje y confianza en sus posibilidades, con la prudencia propia de un científico riguroso que sabe hasta dónde llega lo posible y dónde empieza la especulación. El atrevimiento, entendido en su expresión más positiva, es lo que lleva al científico a no pararse en la publicación de sus resultados e ir un poco más allá, es decir, a innovar. Profundo conocedor de lo que él llama “los microorganismos habitantes del suelo”, el Prof. Barea se ha planteado en su discurso ni más ni menos que cómo utilizar estos conocimientos para potenciar los efectos beneficiosos de estos micro-seres en un escenario, mal conocido y peor explicado, de ese llamado “cambio climático”. A lo largo del discurso, se reflexiona, se discute y se llega a conclusiones tan importantes como lo es la necesidad de plantearse “estrategias de gestión adaptativa en agro-ecosistemas en ese escenario que acabo de mencionar de cambio climático global”. La particularización a las micorrizas, es (él lo dice en su discurso) “un claro ejemplo de cómo el hombre, especie humana, puede utilizar a nuestros queridos microorganismos que luchan denodadamente, por ofrecernos un mundo mejor”.
La propuesta de estrategias innovadoras, sin embargo, no ciegan al buen científico, y es muy enriquecedor también escucharle decir al final la frase, propia de un investigador que conoce el tema y no especula: “En cualquier caso, para conseguir los máximos beneficios del manejo de las micorrizas con vistas a contribuir a mitigar, contrarrestar y/o evitar los impactos negativos del cambio climático sobre los sistemas suelo-planta, queda mucho camino por andar”.
Sras. y Sres., estoy en condiciones de afirmar públicamente que la Academia de Ciencias de Granada se honra hoy en recibir en su seno a una personalidad relevante, una personalidad distinguida en el ámbito del saber de la Biología Vegetal y Agraria, y la Microbiología Aplicada, y por supuesto también distinguida por su compromiso de servicio público en el ámbito de la promoción del conocimiento, la formación de nuevos investigadores y la gestión. Una personalidad, en fin, dotada precisamente de esas dos cualidades a las que he aludido antes, inteligencia y actividad creadora. Y qué duda cabe, esa conjunción de actividades, en el mundo de la Ciencia y de dedicación en el ámbito de la gestión pública, han hecho de nuestro nuevo Académico Numerario, el Ilmo. Sr. D. José Miguel Barea Navarro, una de las personalidades relevantes del panorama científico español.
Hago mías, finalmente, las palabras del Profesor Ramos y coincido con él en no dudar de que la brillante intervención de hoy, será el prólogo de una fructífera labor del Profesor Barea en nuestra Academia.
Bienvenido, querido José Miguel, a la Academia de Ciencias de Granada, y te deseo a ti y los tuyos, salud y felicidad.
Muchas gracias a todos ustedes por su asistencia a este acto.
He dicho.